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Autor: Maestro Andreas

jueves, 1 de noviembre de 2012

Capítulo VIII

Sergo fijó la vista en el conde y éste le hizo una señal para que se acercarse más.
Le ordenó girar en redondo para verlo bien y con calma y el chico obedeció mecánicamente como si no tuviese ni alma ni más voluntad que la del hombre que le mandaba hacerlo.
Iñigo también miraba a Sergo y a una señal del amo le quitó la ropa que vestía. Nuño admiró el cuerpo del mozo y dijo: “Has hecho un buen trabajo con este cachorro, Guzmán... Es realmente hermoso. Y a su fortaleza natural ahora añade un aire y un especial encanto dignos de encomio... Desnudo es muy atractivo y deseable, pero quizás tengas razón al decir que con un casco de guerra adornado con un par de cuernos de buey y un escudo redondo en el brazo izquierdo, más el hacha en la diestra, estaríamos ante un bello vikingo. Aunque en su rostro quizás le falte el rictus de fiereza de esos guerreros... Entiendo que te guste tanto y hasta que desees a este joven macho... Ven, Sergo... Quiero tocarte y comprobar la calidad de tu carne y tu piel”.

El chaval obedeció sin dilación, pero sin quitar ahora los ojos del mancebo, y el conde le palpó las nalgas y los muslos.
Y viendo que el pene se alzaba y engordaba de diámetro, se lo agarró y apretó con fuerza para apreciar mejor su dureza y potencia.
Nuño llegó a la conclusión de que estaba demasiado bueno aquel mozo para despreciar la ocasión de catarlo y le mandó darse la vuelta y doblarse hacia delante para dejar a la vista el ano.
Vio el ojete del chico, tan redondo y apretado todavía, que no pudo evitar que su verga respondiese con una erección ostentosa.
El mancebo también miraba el agujero anal de Sergo y su polla reaccionó de la misa manera que la del amo.
Y lo mismo le pasó a Iñigo, quizás por contagio al ver la de los otros tres, o sencillamente porque se puso más cachondo que ninguno al tener aquellos carajos presentando armas.
El caso es que la fornicación era obligada para evitar un fuerte dolor de testículos y fue el conde quien comenzó comiéndole el culo al nuevo esclavo.

Le metió la lengua hasta apreciar la suavidad de las paredes interiores del recto y Sergo cerró los ojos para aguantar mejor ese gusto infinito sin correrse tan pronto.
El mancebo le chupó la polla al chaval e Iñigo empezó a besarle la boca, morreándosela con firmeza, y cuando los jadeos del joven ya eran casi gritos delirantes, el conde se incorporó y sin violencia se la encastró en el culo.
Y lo folló con un placer casi tan grande como si se tratase de Iñigo o del mismo mancebo.
Y el nuevo esclavo recibió la primera andanada de leche del conde en sus tripas.
Y él no se corrió, porque Nuño le apretó con una mano los huevos y la polla evitando que eyaculase.
Se mantuvo dentro del chico un rato, para regodearse más de la follada, y nada más sacarle la minga del culo le dijo: “Me gustas mucho y tienes un buen lomo para montarte... Pero es una lástima desperdiciar las dotes de macho que seguramente tienes en esa entrepierna... Así que vas a cubrir ahora a uno de mis otros dos esclavos y quiero que lo preñes como si fuese una perra... Iñigo, ponte a cuatro patas y ofrécele el culo a Sergo para que te monte y goce hasta que te llene el vientre de leche”.

Sergo no pudo evitar mostrar una cierta decepción por no ser el mancebo el chico que estrenase su verga dentro del culo, pero Guzmán le sonrió como diciéndole: “Hazlo bien y el próximo que cates será el mío”.
Y Sergo entendió el mensaje y montó a Iñigo como si en toda su vida no hubiese hecho otra cosa que cubrir machos.


Las vergas de los dos chicos escupieron el semen al mismo tiempo y el conde quiso comprobar la cantidad de semilla que Sergo le había metido al otro por el culo.
Iñigo la expulsó y el mancebo la recogió en un cuenco de plata y se lo mostró orgulloso al amo.
No sólo era una cantidad muy apreciable, sino que su textura y consistencia auguraban un fertilidad segura en cualquier hembra madura para ser preñada.
Y el conde exclamó: “Un buen macho, vive el cielo! Haré de ti un guerrero digno de fama y honores... Serás el tercero de mi trío de ases para ganar cualquier jugada en la que envite fuerte y tenga que arriesgar hasta la vida... Guzmán, mámame la polla y excítamela hasta que se ponga como un ariete porque voy a calcarte a fondo por el culo... Y si a Sergo se le empina también al ver como te follo, quizás le deje que pruebe la delicia de entrar en tu ojete... Iñigo, chúpasela a Sergo para ayudarle a recuperar la rigidez de su instrumento y que él te meta los dedos por el culo para ponerte cachondo. Cuanto más caliente estás, mejor la ordeñas con la boca. Pero que no se corra, que ha de reservarse para el otro!”

El conde cogió por detrás al mancebo, como si nunca lo hubiese poseído antes de ese momento, y besaba su cuello y le mordía las orejas como un lobo que quisiera dejar claro al resto de los machos de la jauría quien era el dominante y que aunque dejase que otro penetrase el culo de su esclavo, su alma, su corazón y su cuerpo eran solamente suyos de por vida.
Guzmán sólo era una prolongación de su esencia y de su ego y nadie sobre la tierra podría permanecer vivo si pretendía arrebatárselo.
Pero comprendía el afecto surgido entre los dos muchachos, como también el que el mancebo sentía por Iñigo o por su esposa la condesa, y eso relajaba su sentido de propiedad respecto del chico, sin llegar a soltar la cadena invisible que los unía a ambos.
Sergo se excitó y sintió una rabia contenida al ver como el amo tomaba lo que era suyo y la fuerza conque entraba en ese cuerpo que para él era de una divinidad suprema.
En esos momentos para Guzmán no existía nada más que el ansioso delirio erótico de su amo, que lo trastornaba al punto de creer que perdía el conocimiento de puro placer cuando vertió la leche dentro de su barriga, aplastada por las potentes manos de su señor.
Y los otros dos chavales, se mordían los labios para no vaciarse oyendo el rugido bestial del amo al fecundar a esa criatura que ya era solamente un muñeco de trapo manejado a su antojo.
Tuvieron que descansar bastante rato después de ese coito brutal y Nuño no soltó al mancebo y siguió morreando su boca y acariciando al chico por todas partes.
Era como si no pudiese soltarlo por un miedo secreto a que Sergo se lo robase, pero reaccionó y salió de ese atolladero de temores imaginarios diciéndole a los otros dos muchachos que se acostasen a cada uno de los lados de la cama. Iñigo buscó el costado libre del amo y a Sergo le tocó hacerlo junto a Guzmán.
 Se miraron los dos y el mancebo le sonrió sin atreverse a besarlo, mas el amo le dijo que lo hiciese, pero que le dejase sitio a su lado para tenerlo entre los dos y poder comerle la boca y acariciarlo también. Sergo, casi sin darse cuenta, se vio en medio del amo y del mancebo y notaba como por ambos lados unas manos lo sobaban y tocaban y los labios de ellos se disputaban los suyos, que él se los entregaba sin saber a veces a quien besaba.
Iñigo arrimó la espalda a la de su amo y se quedó dormido como un tronco.
Estaba cansado de tanto ajetreo y Nuño dejó que descansase sin añadirlo también al festín que se daba con los otros dos.
Y pasado unos momentos de tocamientos y traspaso de babas entre las tres bocas, el conde le dijo al mancebo que le diese la espalda a Sergo y arrimase el culo a la polla del chaval.
Guzmán se dio prisa en hacerlo y fue el propio amo el que actuó de mamporrero para meter la verga del muchacho en el culo del otro.

Sergo notó como su cipote erecto y muy excitado entraba en el cuerpo del mancebo y éste abría el ano para recibirlo y sentir ese miembro entero dentro dél.
Lo penetró sin esfuerzo y rápidamente sus cojones hicieron tope en las nalgas de Guzmán.
Y el amo le incitó a moverse de adelante atrás, cada vez con más ímpetu y manteniendo el ritmo de la follada, y en cuanto Sergo se animó a empujar con fuerza, Nuño se la clavó a él por el ano y le ayudó follándolo a que le diese por el culo al otro.


Sergo disfrutó lo que jamás hubiese imaginado, pero no sólo por joder al mancebo, al que adoraba y deseaba como nunca hubiese pensado que podría querer a otro ser, sino también le dio un gustazo la verga del amo, que le frotaba el interior del culo y lo hacía temblar y gemir hasta no distinguir por donde gozaba más.

La polla se le derretía en semen, pero el ano se le reblandecía de placer.
Y preñó por primera vez a Guzmán al mismo tiempo que a él lo preñaba el conde otra vez.
Y no se separaron ni se movió ninguno de los tres.
Ni se enteraron cuando alguno de ellos hizo que los penes abandonasen los culos, pero el amanecer los despertó todavía pegados, pero ahora ya estaban muy juntos los cuatro.

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