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Autor: Maestro Andreas

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Capítulo X

Fueron siete días duros por cuanto no podían dar libertad a su sexualidad plenamente, pero supieron confortarse y mantenerse unidos y mostrarse una comprensión y un afecto muy superior al que antes se tenían.
Se acariciaban suavemente y se miraban con ternura hasta quedarse dormidos en la misma cama, abrazados hasta el amanecer.
Hassan y Abdul los despertaban para atenderlos en su aseo y comprobaban con júbilo que ambos muchachos despertaban contentos y hasta parecían olvidarse que tenía un par de pollas que antes de estar presas amanecían tiesas y duras como rocas.
Y hasta se diría que Sergo era incluso más feliz y sus labios sonreían por todo y indudablemente se le notaba mucho más tranquilo que estando el amo con ellos.
Sin embargo, y a pesar de estar a gusto con el otro chico, el mancebo añoraba al conde en silencio.
No quería darle a entender eso a Sergo, pero Hassan, que lo conocía mejor que nadie, se daba cuenta del punto de melancolía que ocultaba su príncipe.

Y pasaron una a una esas jornadas que cada vez parecían más largas, por más que agotasen sus fuerzas en ejercicios físicos extenuantes, y antes de terminar la tarde, mientras descansaban en un pequeño jardín de la torre, oyeron a sus espaldas la voz del conde.
Venía vestido con media armadura y acompañado por Iñigo, que también llevaba cota de malla.
Y los dos chicos corrieron a besar al amo, sabiendo que con él llegaba también la liberación de sus penes.
Y Nuño los abrazó y besó y les dijo: “Venid. Dejad que me siente en ese banco y veré como andan esas dos pollitas enjauladas. Espero que los huevos estén llenos y vea como brota la leche en mis manos. Primero tú, Sergo... Ya puedes sacártelo... Y te tocó el turno a ti, Guzmán”.
Y tan pronto como salieron los dos pollas de la jaula se empalmaron y crecieron en libertad.
Y el amo les ordenó apoyar las manos en el banco y tal y como estaban doblados hacia adelante, les rasgó las calzas por detrás y se los folló a los dos, que se corrieron en la mano del amo al poco de clavarles la verga en el culo.

Y vaya si tenían semen acumulado en los cojones!
Después los puso de rodillas y repartió su leche entre las bocas de los dos chicos.
Y, al terminar de eyacular y sacudirse la verga, el conde les dijo: “Quiero que preparéis lo imprescindible para ir de viaje. Saldremos mañana al amanecer y nos acompañarán los eunucos, los dos sicilianos y los imesebelen. Ahora a lavarse para la cena y después ya se verá si hay otra ración antes de dormir. Iñigo, cuéntales donde iremos, que yo he de preparar unas cosas antes de sentarme a la mesa”.

Y los tres chavales fueron a asearse y ponerse otras ropas para esperar al amo en la sala principal de la torre.
Los dos muchachos estaban nerviosos y ansiosos por saber cual era el destino de ese viaje inesperado e Iñigo solamente les pudo anticipar, pues no sabía gran cosa sobre el asunto y objetivo de esa expedición, que irían hacia el sur en dirección a Toledo.


Esa ciudad era el primer destino del viaje y les oyera decir al rey y al conde que el motivo tenía algo que ver con la Escuela de Traductores.
Pero más tarde seguirían camino hacia Sevilla e incluso llegarían a la punta del estrecho, frente a la costa africana.
Al parecer el conde algo tenía que hacer en una plaza fuerte llamada Tarifa.
Y, por lo que le dijo luego el amo, le pareció entender que se trataba de alguna misión diplomática con un reino del otro lado del mar.

Y Guzmán pensó en voz alta: “Tendremos que vérnoslas con gentes de mi otra sangre, entonces. Por si acaso le diré a Hassan que lleve mis adornos de gala como príncipe almohade. Nunca se sabe si será necesario hacer valer esa condición en algún momento para salvar el pellejo”.
En las mentes de los chicos ya se montaban cábalas y quimeras, ideando aventuras emocionantes, y esos sueños delataban que ya estaban en ascuas esperando acontecimientos cuando el amo se reunió con ellos para cenar.
Y al tener a su lado al mancebo, el amo le explicó mejor todo lo referente a la nueva expedición que emprenderían al día siguiente.
Guzmán era un esclavo, pero su condición y la consideración que el amo tenía hacia él eran muy distinta a la de los otros esclavos, puesto que éste gozaba de su total confianza además del amor absoluto de su corazón.
Sin olvidar nunca que era un vástago de más de una casa real.

El mancebo escuchó cuanto le contaba el conde y se hizo la composición de lugar de la trascendencia y riesgos del nuevo periplo.
Y Nuño no tenía que advertirle que no revelase nada a cualquier otra persona, fuese o no importante mantener algún secreto al respecto, pues conocía de sobra la discreción y sentido de la responsabilidad del mancebo.
Por su parte, los otros dos chavales estaban entretenidos en contarse cosas y charlar entre ellos y no prestaron atención a lo que hablaban el amo y Guzmán.
Iñigo ya suponía que eran cosas entre ellos y ni intentaba poner la oreja para pescar algo de lo que decían.
Y también sabía que si debía conocer algunos detalles concretos el amo se lo explicaría para que estuviese al corriente de la situación.
Y el conde le decía al mancebo que debían ir a Toledo para resolver unos asuntos con el joven infante Don Sancho, Administrador del arzobispado primado y hermano del rey.
Y, en consecuencia, tío del mancebo también, aunque solamente superase su edad en más de dos años, puesto que tenía veintitrés.
Eso ponía algo difícil la encomienda real, pero quizás fuese más fácil ocultar la verdadera identidad del mancebo a ese ilustre tío del chico, que en su momento no lo había conocido en persona.
Pero, por si las moscas, era preferible elaborar un plan alternativo y estar preparados para cualquier emergencia con tal de no levantar sospechas a ojos del infante.

Nuño no sabía como reaccionaría Don Sancho si llegase a saber que su sobrino estaba vivito y coleando y su muerte, por la que ofició misas tendientes al eterno descanso del sobrino, sólo había sido una patraña para no tener que asumir sus obligaciones de príncipe, contrayendo matrimonio como es debido, y seguir al lado de su amante.
Y eso seguramente le molestaría bastante al real tío.
También podían obviar el trato con el infante y ver solamente al propio arzobispo Don Gutierre Ruiz de Olea, pero el administrador, que lo sucedería en la sede a su muerte, era el que se encargaba de todo lo que pudiese ser importante para la archidiócesis.
Así que no tenían escapatoria para librarse de la mirada sagaz del hermano del rey.
Pero lo que más absorbía los pensamientos del conde eran las conversaciones que tendría que llevar a cabo con el insigne rabino Yehuda ben Moshe ha-Kohen, médico real, astrónomo y un destacado escritor de la Escuela de Traductores, que llevaba tiempo traduciendo importantes obras científicas del árabe y hebreo al castellano.

Nuño le aclaraba al mancebo que este ilustre personaje era una de las figuras más preclaras de la cultura y que ya participara en una traducción al latín realizada junto con Guillelmus Anglicus del libro de la azafea de Azarquiel, un tratado que versa sobre un instrumento astronómico de precisión similar al astrolabio, pero que permite ser utilizado en cualquier latitud terrestre
 Añadía el conde que Yehuda también tradujo el Lapidario con la ayuda del clérigo Garci Pérez.
Y, además, insistía Nuño, tradujo de Abenragel la obra astrológica Libro complido de las judicios de las estrellas.
Y vertió al castellano el Libro de la ochava esfera en colaboración con Guillén Arremón Daspa.

El mancebo estaba asombrado ante los conocimientos del rabino y ya deseaba conocerlo y hablar con esa mente tan sabia de miles de cosas.
Y mientras tanto el conde seguía enumerando los méritos del judío y ahora le decía al chico que ya estaba trabajando con el rabí Isaac ben Sid en la composición de las Tablas alfonsíes.
Y por esa noche el conde no le informó al mancebo del resto de los planes que los llevarían hasta el borde de la península en el mismo estrecho de Gibraltar.
Y le dijo: “Por ahora te basta con saber esto... Y no perdamos más tiempo porque mañana madrugaremos y antes de dormir quiero volver a gozar de mis esclavos... Pero esta noche, después de follar no abraces ningún otro cuerpo que no sea el mío. Quiero sentirte pegado a mi piel, así que dejemos que Sergo se las apañe con Iñigo y si se le pone muy dura antes del amanecer, pues que se la meta a ese bello rubiales, ya que estoy seguro que no le hará ascos a la verga del vikingo. Creo que le gusta tanto como a ti”.
“Amo, Sergo es muy atractivo y cariñoso. No es raro que se gane el afecto de Iñigo y espero que el tuyo también”, añadió Guzmán.
Y Nuño respondió: “Se gana el afecto y algo más, me temo. Y de mí también, porque no voy a negarte que me gusta mucho ese cabrón”.

El mancebo sonrió complacido por las palabras del amo y supo sin lugar a dudas que Sergo ya era uno más de la familia del conde y no sólo un puto esclavo para saciarse con su cuerpo.

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