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Autor: Maestro Andreas

jueves, 18 de abril de 2013

Capítulo LIV


Un ligero crujido puso en guardia a dos de los imesebelen que sigilosamente se acercaban a lo que fuera la sala del cuerpo de guardia de la fortaleza real; y se miraron al unísono acompañándose del ademán propio para desenvainar sus temibles cimitarras.

Parecían dos panteras enormes, pero livianas como el aire al desplazarse sin provocar el menor ruido; y, como si olfateasen algún cuerpo extraño y no amistoso, tensaron sus músculos y todos los nervios de sus cuerpos respondieron como resortes prestos a movilizar toda la fuerza y destreza encerrada en aquellas máquinas humanas, entrenadas para luchar sin retroceder ni un ápice en aras de preservar la integridad de su príncipe y salvarle la vida.

Dar la vida a cambio de la de su señor era el mayor honor y aspiración de cada uno de esos guerreros; y su audacia y coraje en la pelea demostraban con creces su desprecio tanto por su propia vida como por la de los enemigos de su amo.
Y sin esperarlo nadie un alarido en lengua africana rompió el silencio como un relámpago parte el cielo dejando el rastro de su cegador fulgor.
Otul, desde el otro extremo del recinto, gritó la consigna de lucha que se resumía en una máxima sagrada para ellos, equivalente a matar y morir para proteger a nuestro amo y señor.
Y ese dueño de sus vidas no era otro que su príncipe. Yusuf, ante el que Ammed, Sadif y Jafez se postraron hincando una rodilla en el suelo roto del salón regio para arrostrar el ataque enemigo, dando la espalda al mancebo y formando un escudo con sus torsos y brazos pegados codo con codo.

Era la viva estampa de aquellos otros esclavos negros que, enterrados hasta la rodilla y encadenados unos a otros, formaron la barrera al rededor de la tienda del abuelo de ese muchacho durante la batalla de las Navas de Tolosa para salvar de una muerte segura a su califa.


Todo sucedió en cuestión de minutos y el conde quedó turbado ante el gesto de los guerreros senegaleses, pero entendió su acción y reaccionó de inmediato para tomar el mando de la defensa con la principal intención de evitar la pérdida estéril de cualquiera de sus hombres.
Pero no veían a sus posibles atacantes ni podían calibrar la magnitud del peligro, ya que nada aparecía ante ellos ni tampoco se había lanzado contra nadie una flecha o cualquier otro tipo de arma arrojadiza.

Mas el conde ordenó a Jafir y Ali que defendiesen el flanco derecho de donde se encontraba Guzmán y que sus otros esclavos caballeros se dispusiesen con él a la lucha cuerpo a cuerpo contra quien osase medir su espada con ellos.
Pero también les encomendó a los dos eunucos la misión de vigilar el lado izquierdo en compañía de los dos napolitanos, que también iban armados con espada y puñales, pero que procurasen no exponerse ni arriesgarse demasiado en caso de peligro, pues si las cosas se ponían muy feas y no eran capaces de defenderse por si solos y reducir a los adversarios, Hassan y Abdul debían intentar llegar a los caballos e ir al alcázar para avisar a la guardia real.

Ninguno movía un solo músculo ni gesticulaban para estar más atentos y escuchar cualquier sonido que les diese una pista para saber a que se enfrentaban realmente.
Y la tensión se mascaba como si fuese pan duro que cuesta roerlo hasta que la saliva no lo ablanda.
Nuño observó la cara del mancebo, que se resistía a quedarse detrás de los imesebelen como una dama protegida por el parapeto durante la celebración de una justa, y se fue hacia él sin perder la atención de lo que sucediera en su entorno, pero con visibles ganas de estrecharlo y hasta de joderlo allí mismo por si esa era la última oportunidad que le quedaba en su vida para hacerlo.

El conde puso el dorso de su mano bajo la barbilla del esclavo y clavando sus ojos en los del chico, le dijo: “Te quiero más allá de la vida. Y si está es nuestra última hora en este mundo búscame donde vayas porque estaré esperando por ti, igual que tu lo harás si te vas primero”.
 “Allí estaré aguardándote, amor mío. Y si por desgracia he de ver que tú te vas antes que yo, sólo será un instante y te alcanzaré antes que llegues a nuestro destino, que forzosamente será el mismo. Nunca podría amar a nadie como a ti, mi amo y mi vida”.


Y los dos jóvenes juntaron sus labios con suavidad y la ternura se apoderó de sus lenguas para enlazarse en el más profundo y largo de los besos.
Y de estar solos sin nadie a quien proteger, hubieron deseado morir abrazados para irse juntos sin separarse ni una décima de segundo, mas los estridentes relinchos de Brisa y Siroco les devolvieron a la realidad y el conde soltó a su amado desenvainando la espada para combatir hasta perder toda su sangre si fuese preciso.

Y volvió un intranquilo silencio que no presagiaba nada bueno, sin que algo cortase la tensión que los envolvía.
Nuevamente los caballos se revolvieron inquietos y hasta el conde y los suyos llegó el miedoso resoplar de las nerviosas bestias.
Pero nada más oyeron, ni vieron tampoco ningún cuerpo extraño que destacase entre las ruinas.
Y, sin embargo, algo había, pues lo sentían y casi lo palpaban aún sin presencia física, pero no veían la forma y entidad de lo que presentían como un peligro seguro e inminente.
Mas la luz del sol se alió con ellos y desenmascaró el fulgor de un metal entre los escombros de uno de los muros de la hundida residencia del califa, tras una fila de columnas que malamente sujetaban los arcos de una portada suntuosamente labrada por unos expertos artesanos que jamás pensaron que un día caerían derribadas por la decadencia del poderoso califato.

Nuño centró su vista en esa dirección y los imesebelen olieron el aire que venía desde ese lugar y las hojas de sus armas restallaron al sol pidiendo acción con ese característico silbido que hace una espada al abandonar su vaina.
Hasta los eunucos dejaron libres de sus fundas los puñales que colgaban de sus cinturones; y el mancebo se maldijo por no tener consigo su arco y su aljaba bien surtida de flechas.
Pero ya era tarde para lamentar lo que no se tenía en ese momento ni para pretender inventar algo que sirviera para sustituir esos aguijones tan mortíferos en manos de Guzmán.
Ahora la supervivencia sólo dependía de sus habilidades con otro tipo de armas y, sobre todo, de la superioridad o inferioridad numérica de los combatientes.
Y una voz ronca se dejó oír saliendo de las piedras: “Conde, rendid las armas y entregad al chico!”

“Quién osa hablar así y con tal desfachatez al conde de Alguízar?” bramó Nuño.
Y le respondió la voz: “Os hablan hombres de armas y nobles caballeros, conde. Y no pretendemos verter sangre innecesariamente, pues jamás saldríais de aquí con vida, ni vos ni ninguno de los hombres que os acompañan. Somos demasiados para que pudieseis vencernos, así que dejar que ese muchacho venga hasta nosotros y os prometo que no correrá la sangre de nadie sobre estas ruinas”.

Y el conde, enfurecido gritó: “Cómo te atreves a darme ultimatos, felón! Voto al diablo, que se llevará tu sucia alma, que te rebanaré el cuello antes de que puedas proferir más sandeces en mi presencia. Dad la cara, cobardes mal nacidos, y sabréis como se las gasta el conde de Alguízar y sus jóvenes guerreros!”

Pero la voz insistió: “Conde, no sacrifiquéis a esos muchachos inútilmente. Dejad que el joven que buscamos decida por si mismo y sopese si su persona vale tanto como para llevar a la tumba a todos sus compañeros”.


Y la voz del conde tronó amenazadora en las ruinas de la ciudad palatina de del gran califa: “No es cuestión de lo que valga su persona, sino de que él mismo es la esencia de la vida para mí y mis hombres. Y antes de tocar un solo pelo de este mancebo tendréis que matarnos al resto”.

Y le contestaron: “Pues aprestaros a luchar, entonces!”

“Luchemos y que venza nuestra razón sobre los canallas que se creen más fuertes por ser mayor su número”, dijo el conde arengando a los suyos para enardecerlos y animarlos a una lucha desigual que podría costarles la vida a todos.

1 comentario:

  1. ¡¡SE ME ESCARCHA LA SANGRE DEL PURO MIEDO!!!
    ...ANDA MAESTRO ,QUE TU PLUMA NO SEA CRUEL Y NADA LES OCURRA HA MIS ADORADOS PERSONAJES!!!!

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