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Autor: Maestro Andreas

viernes, 15 de febrero de 2013

Capítulo XXXVIII


El conde y sus hombres, al girarse en dirección a la voz, vieron la figura de otro hombre envuelto en un manto pardo que lo cubría hasta los pies y ocultaba su rostro en una amplia capucha que ensombrecía sus facciones.

Y, sin embargo, el porte del personaje era inconfundible para Nuño, que no necesitaba ver esa cara para saber ante quien estaba su destino y el de su amado.

Ni el amo ni los esclavos dieron un paso para acercarse al encapuchado y fue éste quien caminó hasta ellos y tendió la diestra con el dorso hacia arriba mostrando al conde el sello real anillando su dedo anular, al tiempo que su mano izquierda retiraba hacia atrás la capucha descubriendo la cara del rey.


Don Alfonso en persona, sin escolta, ni gentiles hombres de cámara, ni lacayos, ni pendones ni heraldos, ni Monteros de Espinosa dispuestos a dar la vida por él.
Sólo un hombre frente a otro hombre rodeado de sus jóvenes esclavos, aparentemente los dos dispuestos a disputarse el dominio sobre un muchacho, al que ambos amaban con diferente clase de afecto, pero que lo querían para si y por distintos intereses.

Un joven moreno y muy bello al lado del conde y entre su amo y el señor de los dos.
Ambos machos, enfrentados por ser el dominante en esta lid, eran nobles y caballeros; el rey tan maestro en la lucha y la guerra como en las artes de las letras y la música y las ciencias del saber; y el conde el mejor y más valiente luchador del reino y el más fiel de los vasallos del soberano de León y Castilla.

Y, por su parte, Guzmán no pestañeaba y no retiraba su osada mirada de los ojos de su tío.
Y Don Alfonso, sin odio y mucho menos ánimo de venganza, no apartaba los suyos del chico que en esos momentos lo devolvía años atrás y le parecía estar junto a su querido y difunto hermano el infante Don Fernando, padre de ese gentil rapaz.

Nuño hincó su rodilla derecha a los pies del rey y alargando la mano diestra sujetó la del soberano para darle el beso que procedía en señal de vasallaje.
Al ver el gesto del conde los otros muchachos, menos el mancebo, lo imitaron postrándose también ante el monarca y Don Alfonso, suavizando ostensiblemente el tono de voz, le dijo a Guzmán: "Quizás una de las ventajas de estar muerto es no postrarse ante ningún mortal por muy poderoso que sea, ni siendo tan siquiera tu rey y señor. Sobrino, ya que te irrogas ese privilegio no seré yo quien te prive de el, pero al menos dígnate abrazar a tu tío y deja que te bese como al hijo que vi en ti al conocerte”.

Guzmán se abalanzó hacia los brazos del rey y éste lo estrechó con tanta fuerza que hizo gemir al muchacho.
Y el mancebo le dijo a su tío: “Señor lo más doloroso en todo este tiempo fue saber el sufrimiento que os causé con esta farsa. Pero debéis entender que yo no nací ni me crié como un príncipe y esa vida de corte se me hizo irrespirable. Y tampoco estaba hecho para un matrimonio con la hija de otro monarca. Yo sólo deseo estar con el conde, mi señor; y os pido que no me apartéis de él, porque hasta la muerte la deseo a su lado”.

Don Alfonso besó una y otra vez la frente de su sobrino y añadió: “Querido muchacho, verte de nuevo compensa todo el dolor que me causó tu fingida muerte. Toda la corte sintió tu pérdida; bueno, todos no. Más de uno de mis hermanos te la hubiese dado por su propia mano de saber que no habías muerto. Resulta curioso, pero en realidad salvaste el pellejo al fingir estar en el otro mundo. Y no sólo te libraste de un fin prematuro, sino que me ahorraste a mí muchos quebraderos de cabeza con tus otros tíos... Sí, Nuño. He de reconocer que con vuestro engaño me hicisteis un gran favor y por eso no puedo tomar represalias contra vosotros. Y te diré que desde hace tiempo estoy al corriente de tal mentira, al igual que de vuestras hazañas y correrías por Italia. Y no preguntes por que, querido Nuño, pues es innecesario. O es que acaso olvidas que entonces, cuando ibas camino de esa tierra, lo supo mi egregio suegro el rey Don Jaime? No es que me lo dijera con segunda intención o por motivos que le interesasen a él, como sería de esperar viniendo la noticia del padre de mi esposa; simplemente me lo contó para consolar mi tristeza y hacerme entender que era mejor tener a Guzmán oficialmente muerto y así se libraría de la permanente amenaza que supone la ambición de poder de algunos de mis hermanos”.

“Pero señor, los infantes no pueden desear mal alguno a vuestra legítima descendencia”, apuntó el conde.
Y el rey meneando la cabeza contestó: “Nuño, me fío poco de los infantes y otro más con posibilidades al trono es desequilibrar la balanza de poder entre ellos. No olvides la corta edad de mis hijos, de los cuales sólo el del medio es varón y todavía es muy pequeño para augurar que llegue a ser mi heredero y sucesor. El príncipe Fernando tiene dos años de edad, aún escasos, y su futuro es incierto y puede estar jalonado de peligros por mucho que queramos protegerlo tanto su madre la reina como yo mismo. Y respecto a vuestro periplo italiano me informó el noble Froilán, tras una ligera presión para soltarle la lengua. Se resistió a hablar, pero una vez que supo que el rey de Aragón ya me contara todo lo referente a la falsa muerte de Guzmán, sólo hizo falta amenazarle con empalarlo; y no como acostumbra él a hacerlo con esos preciosos donceles que lo acompañan a todas partes, sino clavándolo en una estanca que le entrase por el culo y le saliese por la boca. Eso bastó para que su boca cantase y loase vuestras hazañas como un cumplido trovador".

A Nuño casi le da la risa al oír esas palabras del rey referentes a Froilán, pero aunque lo intentó en su mente, no supo como excusarse por lo hecho ante su rey y sólo pudo pronunciar un balbuceo que quiso ser una justificación de todo ello para no separarse del mancebo.

Y Don Alfonso le interrumpió diciendo: “Vamos. Nuño, todos sabemos que cuando ciertas cosas son hechas por jóvenes enardecidos no tienen más justificación que el amor mismo que exista entre ellos. Y deben ser perdonadas porque la razón que las motivó es causa justa suficiente para hacerlo. Ver a mi sobrino sano y salvo y tan feliz a tu lado, es el mejor regalo que puedes hacerme, querido conde... Pero el príncipe Guzmán no resucitará por su propia seguridad y porque me puede ser mucho más útil si continua muerto. Tengo en mente algunas embajadas cuyo resultado puede ser más provechoso para mi corona si las efectúa este espabilado zagal con tu ayuda y sin ir embutido en un corsé de dignidad real que sólo estorba en lugar de facilitar las cosas. Y por supuesto que no pretendo alejarte de él, ya que no pretendo separar ese dúo estupendo que formáis los dos. E imagino que estos otros mozos que ahora os acompañan también serán magníficos colaboradores para realizar con éxito cualquier empresa que acometáis. Son unos donceles hermosos además de fuertes y valientes por lo que se deduce de su expresión y aptitud para la defensa de su señor... Sin embargo, conde, ahora quiero disfrutar un poco de mi sobrino, aunque solamente sea un par de días y que oficialmente nadie sepa que está conmigo, pues tampoco yo estoy oficialmente en Toledo hasta dentro de tres días, en que haré mi entrada en esta ciudad con todos los honores propios de mi dignidad y condición real. Hasta entonces voy a acaparar al muchacho y comenzar con él el trabajo de traducción que me interesa tanto. Además cenaremos todos mañana en compañía de Doña María, que se quedó prendada de estos rapaces tan guapos; y por eso, al decir todos, me refiero a ellos también. Chicos, no pongáis esa cara porque vuestro rey desea tener tanta juventud sentada a su mesa y reír con vosotros hasta bien entrada la media noche”.


Ramiro abría los ojazos negros de par en par no dando crédito a los que sus oídos escuchaban por boca del rey. Jamás había visto a su soberano, ni soñado siquiera tenerlo a un palmo de su mano, y ahora estaba allí junto a él y por si eso fuera poco resultaba que el esclavo más amado del conde y por el que eran rivales Sergo y él, no era un ser miserable ni un patán, pues era el sobrino del monarca y por ende un infante del reino.
Es decir, un príncipe real y por tanto su señor también.
El chico quedó anonadado y notó como si se empequeñeciese por momentos a los ojos de todos los presentes.

Sergo, sin embargo, estaba atento a lo que acontecía y su cara se iluminaba cual si el mancebo irradiase sobre él una luz especial que naciese de su repentina grandeza de príncipe. y discretamente agarró por un brazo a su compañero, más sorprendido que él, y le dijo por lo bajo: “Ramiro yo ya sabía algo de esto, pero nunca creí que fuese cierto el parentesco de Guzmán con el rey. Y ahora se revela ante nosotros con el esplendor de un verdadero príncipe, al que los dos amamos y deseamos poseerlo y gozar con él los placeres del sexo. Sin saberlo tuve en mis brazos la sangre de los reyes y en mi culo, mi boca y mis manos su leche también. De ser hembra ya estaría preñada por el sobrino del rey, o él por mí, y daríamos a luz a otro vástago del tronco real. Tú aún no tuviste ese honor, así que yo te gano en eso”.

El rabino fue testigo mudo y feliz del encuentro del rey con el conde y el mancebo; y sería uno de los pocos sabedores de la identidad de Yusuf.
Que a partir de entonces no le daría tratamiento de príncipe, pero sabría que estaba tratando con el sobrino de su rey y el nieto del último gran califa de Al-Andalus.

Mas para Nuño sólo sería siempre su más humilde esclavo; y para dejar constancia clara de ello volvieron a toda prisa al castillo y fue derecho a sus aposentos para desnudar con sus propias manos al mancebo y tomarlo a la brava contra una mesa, penetrándolo por el culo a su anchas.

Era la reafirmación de su posesión sobre el chico y la forma más ostensible de soltar la adrenalina acumulada durante la entrevista con el rey.
Los mismos nervios que lo mantuvieron en pie sin desmoronarse ante el monarca, le servían ahora de empuje y energía para follarse a su esclavo como si aquel fuese el último polvo de sus vidas.

Y una vez que se vació dentro de las entrañas del chico, sin dejar que se levantase de la mesa y continuando en posición de ofrecer el culo a otros, el amo le ordenó a Sergo que lo preñase también y en cuanto éste acabó dentro del vientre del mancebo, se produjo el milagro que Ramiro esperaba con ansiedad.

El conde le dijo: “Ramiro, sé lo estupefacto que has quedado al saber que este puto cabrón, que pone el culo como una zorra para que lo follen, no es lo que creías, sino que por sus venas corre sangre de reyes. Y yo te digo que sólo es lo que ahora ves. Una puta que desea ser follada y preñada por machos que sepan y puedan llenarle la barriga de leche. Móntalo y dale por culo por si acaso ha olvidado cual es su papel en la casa de su amo.

 
Bésale el agujero y lámeselo para limpiarle el semen de Sergo y el mío que aún le escurren y luego clávasela sin miramientos. Y no pienses que por hacerlo podrá llegar a ser tuyo, pues ese esclavo me pertenece por entero y sólo será mío para el resto de sus días. Entra en él y dime que siente tu mente al hacerlo y como se pone de dura y cachonda tu verga al estar abrigada en ese cuerpo que deseas ciegamente”.

Ramiro comenzó a sudar por todos sus poros y su piel relucía como si la hubiesen cubierto de un metal bruñido.
Se le destacaba más la fuerte musculatura de sus brazos y piernas y el vello, mojado y pegados los pelos unos a otros, era más oscuro y se rizaba en caracoles brillantes.

El conde no tuvo ojos más que para ver como el potente culo del mozo apretaba las nalgas formando hoyos en los laterales para empujar más y con más fuerza y hacer que la polla entrase hasta el fondo del recto de Guzmán.

Y dijo el chico al ir metiendo el cipote en el cuerpo del mancebo: “Mi señor, siento como si mi rabo se deshiciese y el fuego de sus entrañas me consumiese entero. Noto su carne ardiendo y como late y aprieta mi polla como ordeñándola para sacarme toda la leche que llevo en mis cojones. Y por lo que me duelen en este momento debe ser mucha la que espera salir y llenar este vientre plano que sujeto y palpo con mis manos y que me excita tocarlo y me sube la sangre al cerebro. Señor quisiera estar días enteros sin sacarla de este agujero, pero me estoy corriendo de gusto sin parar desde el mismo momento en que mi glande rozó la suavidad de su interior. Sé que es vuestro esclavo como también los soy yo, pero dejadme, mi amo, que diga que lo amo y que lo deseo con toda mi alma y mi corazón. Es el muchacho más bello que pisa la tierra y poseerlo es el mayor placer que me ha sido otorgado en este mundo, mi señor”.


Ramiro ya jadeaba con sus últimas palabras y el conde vio en sus ojos y su respiración el inminente orgasmo.
Y aprovechando que su polla ya estaba recuperada de la primera eyaculación, se dio prisa en empalar a Ramiro por el culo y joderlo mientras el chaval preñaba al mancebo con una larga y abundante corrida.

Guzmán, que ya se había vertido dos veces, lo hizo por tercer vez consecutiva al sentir el flujo de semen caliente que ascendía por sus tripas y lo saciaba plenamente tanto por la fuerza de la eclosión como por la textura y densidad del esperma que le inoculó Ramiro en su culo.

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