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Autor: Maestro Andreas

viernes, 13 de septiembre de 2013

Capítulo LXXXVIII

Y Sergo preguntó: "Atamos a los esclavos de nuevo, señor?"
 Y el conde respondió con una maliciosa sonrisa: "Sí, pero no a los postes todavía. Quiero jugar más con ellos, así que dejarlos bien amarrados a esos bancos y puestos boca abajo mostrando bien sus culos para que me vuelva a excitar y les sobe a gusto sus agujeros... Porque ante todo voy a bajarle los humos de macho a este cabrón, dándole por el culo sin manteca que le suavice el ano al ser desvirgado como se merece un buen ejemplar con semejantes cachas apetitosamente adornadas con ese vello oscuro que discurre a ambos lados de la raja”.

Nuño se acercó a Falé y separándole las nalgas añadió: “Me gusta esta procesión de pelos que discurre por este canal para concentrase al rededor del ojete; seguramente para servirle de abrigo y no dejarlo tan expuesto a la codicia de otros machos más fuertes y salidos que pretendan penetrar en ese redondo cobijo que ahora espera mi verga y ya late de ansia y deseo por tenerla dentro... Me pone caliente notar en mi barriga el roce de unos pelos que cubran la carne en los lugares más sugestivos del cuerpo y apreciar la dureza de unos músculos que se agarrotan queriendo evitar que desfloren el jugoso bodoque tan celosamente guardado durante años para que yo lo disfrute ahora. Y como se suele decir, nunca es tarde cuando la dicha es buena. Y aunque gruña al ser violado o proteste y maldiga, yo sé que en el fondo de su recto gozará el muy puto y su polla no escatimará ni una potente erección ni el derroche de leche en abundancia, que Iñigo recogerá en esta copa de plata para que la beba después el otro esclavo que ya es una de mis perras”.



A Iñigo se le cayeron los huevos al suelo pensando que recogería un precioso néctar que saborearía otro y no él.
Pero no era prudente quedar en evidencia ante el conde y sus otros compañeros, por mucho que fuese inútil disimular lo que ya era más que evidente al menos para el mancebo.
Y Nuño prosiguió su monólogo agarrando el mentón de Yuba: “Seguro que esta perra cachonda estará deseando ese alimento y que volvamos a gozar de su culo como corresponde a una zorra deseosa de buenos sementales... Y para entrar en materia empezaremos por animar nuestras pollas con las atenciones que este animal más joven y ya follado nos dará con su preciosa boca de guarra mamona... Y los hados te libren de tan sólo rozar una de nuestras vergas con los dientes y menos morderla, pues te los arrancaría todos con mis propias manos y luego te rajaría el vientre para arrancarte yo mismo las tripas aún repletas de nuestra leche... Voy a advertirte de nuevo que no tengo demasiada paciencia con las putas tercas y reacias a servirme y si en algo aprecias tu vida te aconsejo que seas dócil y te pliegues a tu condición de esclavo y juguete para el goce de tu señor; y seas tan diestra en dar placer como una experta concubina del harén de tu anterior señor, el sultán de Fez. Te irá mejor y te aseguro que pronto gozarás como una loba en celo y sólo pensarás en cuanto tiempo habrás de esperar para que vuelva a montarte un macho y sobre todo tu dueño".

Tanto el mancebo como Iñigo miraban a los dos esclavos y se decidieron a ayudar a Sergo y Ramiro para atar bien a Falé al improvisado potro donde iba a ser violado y brutalmente desvirgado.
Y los dos sentían algo de envidia de ese esclavo condenado a tal humillación ante ellos, pues preferían estar en su lugar y ser ellos quienes soportasen el polvo bestial que le metería Nuño al muy desgraciado; que, para colmo, no sabría apreciar ese placer de servirle de hembra al amo y sufrir la furia de su sexo y el fogoso ímpetu de su leche dentro de las entrañas.

Ambos estaban excitados como yeguas celosas por elegir el garañón a ese potro viril para montarlo, dejando claro quien era el macho dominante entre todos ellos.
Y Falé rumiaba entre dientes su ira y su odio sufriendo de antemano el dolor inmenso que le causaría la brutal penetración a que iba a someterlo ese hijo de perra que lo tenía en sus manos y se jactaba de ser su dueño y el macho que iba a poseerlo por primera vez.
Y en lo más hondo de su alma rezaba para que no lo follasen más veces ni se la clavasen los otros jóvenes que ayudaban al conde a vejarlo de un modo tan vil y despreciable.

Y comenzó el turno de mamadas a cargo de la boca de Yuba y el primero en meterle la polla hasta la garganta fue Nuño, que para eso era su amo y el chico iba a ser su fiel puta para el resto de sus días. Y el joven se plegó a lo que consideraba una bajeza indigna de un hombre y mamó aquella polla, terriblemente empalmada, lo mejor que supo y pudo entre arcadas y náuseas.
Y no recibió el premio del esperma del conde pues lo reservaba para el culo de Falé.


Y tras Nuño le dio de mamar Sergo haciendo honor a su puesto de lugarteniente del conde.
Y él si le obsequió al esclavo con unos buenos chorros de semen que le inundaron la boca.
Y terminó la ronda el cipote de Ramiro, que se lo hizo tragar al chico clavándoselo hasta los huevos, mientras el conde le palpaba a él el culo y se ponía ciego de lascivia acariciándole las peludas y prietas nalgas que tanto le gustaba follar.

“Cómo voy a echar de menos este culo cubierto de este agradable vello que me acaricia el pubis cuando le doy por el culo!” se decía en silencio el conde al sobar ese par de cachas recias y redondas como sandías en sazón para ser comidas.


Quizás por ese gusto a poseer a otro macho viril y adornado de vello no sólo en sus partes, además de estar dotado generosamente con una tranca digna de un toro bravo, que sacaba a flor de piel sus más bajos instintos, era por lo que a Nuño le daba más morbo calzársela a Falé y partirle el ojo del culo degradándolo lo más posible y haciendo que se sintiese la más vil y miserable de las criaturas sobre la tierra.
También era una forma de someter y doblegar la altivez y orgullo de ese otro hombre tan hermoso como fuerte, cuya virilidad podía conquistar a cuanta mujer se le cruzase en su camino; o también a muchos otros jóvenes que viesen en Falé su prototipo de macho dominador y digno de entregarse a él para complacerlo sexualmente como las mejores putas que hubiese bajo las estrellas.

Y eso precisamente era lo que veía Iñigo en ese magnífico esclavo atado a un banco para ser sodomizado delante de sus narices.
Qué desperdicio! pensaba Iñigo recordando el calibre y la potencia sexual de esa verga compungida por lo que debía padecer por el culo en breves momentos.
Y cuánto daría el apuesto caballero de cabello rubio por estar tumbado bajo el cuerpo de Falé poniendo el culo para que se lo jodiese con la misma saña que el conde lo jodiese a él.

Su propio condado no sería un alto precio a pagar por gozar a sus anchas del cuerpo y la virilidad de ese joven esclavo que iba a perder la integridad de su hombría a manos del conde feroz.
Mejor dicho, por la verga encendida y rabiosa de lujuria del mismo hombre que también le estrenó el ano a él cuando era más joven.
La diferencia quizá estaba en que al follarlo a él por vez primera ya le encantó esa sensación de ser poseído por otro macho y se envició enseguida en el gusto de tener un buen rabo en la boca o en el culo.
Y sólo rogaba que a Falé no le ocurriera lo mismo y mantuviese el gusto por ser él quien follase un agujero caliente y húmedo que albergase su polla presionándola para sacar de ella hasta la última gota de leche que tuviese en sus estupendos cojones, oscurecidos aún más por el vello mojado de sudor que los cubría ligeramente.

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