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Autor: Maestro Andreas

jueves, 19 de septiembre de 2013

Capítulo LXXXIX


La verga del conde babeaba suero viscoso que le pingaba desde la uretra al aproximarse más al culo de Falé para enfilar su entrada y calcarle de golpe la tranca, causándole así una mayor humillación; y sobre todo más dolor en el ano.
Los otros muchachos miraban expectantes la monta del esclavo, que a todos atraía por su pinta de macho y ese cuerpo con pelo en los miembros y pecho, que tampoco dejaba de verse sobre las nalgas, aumentando en intensidad hacia la raja.

Nuño puso su glande hinchado y colorado por la presión de la sangre en el mismo ojete del esclavo, pero dudó un instante y en lugar de clavárselo ya con un fuerte empujón, escupió en ese esfínter atemorizado; y nada más sentir el fresco contacto de la saliva notó también un empellón que le abría la carne por la mitad.
Un alarido de rabia, tremendo, y un agudo dolor rajó el espacio, dentro y fuera de la tienda, casi con la misma potencia conque se rajaba el esfínter de Falé y dejaba entrar triunfante en sus entrañas el lascivo cipote del conde feroz.

El conde azotó con furia las cachas del esclavo y lo increpó e insultó llamándole perra cabrona y cerda avarienta sedienta de leche y hambrienta de rabo.
Y todos se estremecieron al ver el sufrimiento que transfiguraba el rostro del enculado y la espuma blanca y espesa que manaba de su boca como si fuese mordido por un fiero lobo atacado por la rabia.

Pero Nuño no tuvo piedad ni miró a los otros jóvenes y calcó con más fuerza para entrar a fondo y pegar los cojones al ojo del culo de Falé.
Y con cada metida, después de sacarla casi entera del culo, el pecho del esclavo se abría tanto como el ano para dejar salir de su alma el bochornoso enojo que le causaba tal vejación.
El conde notaba en su verga la sangre al calcar más a fondo en las entrañas del esclavo; y no solamente la suya engordando más su miembro, sino también la que fluía desde el ojete reventado del sometido, que ya le escurría por un muslo como patente muestra de la ruptura de su virginidad.


Y Nuño acostó su pecho sobre la espalda de Falé y después de morderle una oreja, apretando con ensañamiento los dientes, le lanzaba más vituperios enojosos y lascivos, suficientemente en alto para que los oyesen los otros y fuesen todavía más degradantes para el esclavo que ya no podía jactarse de ser virgen ni de mantener su virilidad incólume.

Y cuanto más rozaba el vello de Falé la piel del conde, éste se ponía más ciego y la calentura le hacía ser aún más violento y agresivo al darle por el culo a ese desdichado mozo.
Y cuando Nuño se vertió dentro del vientre del esclavo rugió como el más poderoso león de Africa.
Y ya estaba Iñigo sosteniendo la copa que debía recoger el semen del esclavo para alimento del otro joven ya convertido en una zorra más de su señor.

Y lo que es la fuerza sexual de un joven macho y cómo arde en su cuerpo la sangre cuando le tocan sus puntos erógenos, aún a pesar del dolor extremo que pueda sentir mezclado con ese desconocido placer en el interior de su trasero, que la polla de Falé estaba muy excitada y nada más llenarle el amo la tripa, no hizo falta que Iñigo le cascase una paja para que escupiese borbotones de esperma por la punta del capullo.

Y eso desilusionó al bello caballero, pues temió que fuese un síntoma de un cambio radical en los gustos sexuales del esclavo y que a partir del desvirgue sería otra puta deseosa de verga para entretener su ansia y refrescar ese ardor en el ano que él conocía demasiado bien desde la primera vez que lo montara un macho.

Y precisamente era el mismo macho el que le hiciera probar a los dos ese adictivo gozo que no podía dejar de buscar con deseo.
Casi temblando de ansiedad vio Iñigo como caían en el recipiente los chorros de leche que Falé soltaba; y como llevando un tesoro o un néctar divino en sus manos se la mostró a Nuño y éste le ordenó dársela a Yuba.


La nueva perra bebió sin respirar todo el espeso y pegajoso líquido, lamiendo las paredes de la copa, y su amo, el conde feroz, lo agarró por el cogote y lo puso a cuatro patas como un verdadero perro para obligarle a que le lamiera los pies y abriese a continuación la boca para mearle dentro sin necesidad de mejor bacina que esa sin fondo.

Sin duda Yuba ya estaba entregado a ese amo que lo trataba como a una asquerosa prostituta, o quizá como a la última mierda entre sus animales domésticos, pero ni tenía fuerza de carácter para revelarse, ni fuerza de voluntad para oponerse a servir como mejor le apeteciese a su amo.

Y, por su parte, Falé estaba como desfallecido y ocultaba las lágrimas dejando colgar la cabeza hacia el suelo.
Y Guzmán miró a los ojos a Nuño y le pidió su permiso para atender a ese esclavo que aún le escurría sangre y leche por las patas.
Nuño, haciendo un gesto a su amado mancebo, accedió.
Y Guzmán cogió una palangana con agua fría y unos paños de lino fino y se arrodilló ante el culo herido de Falé y comenzó a limpiarlo con la mayor suavidad posible.
Pero al verlo, Iñigo también se arrodilló a su lado y le pidió que le dejase ayudarlo, aunque sólo fuese sosteniendo la palangana o remojando los paños para que el mancebo tuviese las manos libres para realizar mejor su tarea.

Sin embargo, estar tan pegado a las cachas de aquel macho y aunque ya no estuviese entero, puso a Iñigo en un estado de excitación que contagiaba al resto de los muchachos que veían su calentura y el espectáculo que daba su entrepierna.

Y el conde le dijo a Sergo: “Arrodíllate detrás de Iñigo y fóllalo. Y luego le das por el culo tú también”, añadió refiriéndose a Ramiro.


Y con una sonrisa algo sádica continuó diciendo: “Siento que vuestros amados se queden sin leche hasta mañana. Pero prefiero que sacies bien a vuestro compañero, que para eso es otro noble señor y hay que respetar su privilegio a gozar los placeres que desee, ya que también es conde como yo...Voy a echarte mucho de menos, Iñigo, porque eres una puta siempre ansiosa de macho y ese culo no deja de encandilarme por muy conocido que ya lo tenga. Antes de irte quiero regalarte toda una noche para ti solo y te la meteré hasta que no pueda con mis cojones. Te lo prometo... Y si algo me preocupa es que te vayas y no tengas a tu lado un buen macho que te cubra cuando te baje la madre. Que es todos los días y con más frecuencia que a una coneja. Y ese extremo tendré que atarlo también, pues no quiero que te falte de nada en mi ausencia. Ahora abre bien el culo que te van a joder estos dos machos que también saben como cubrir a una hembra cachonda”.

Los ojos del rubio efebo gritaron el gusto que estaba sintiendo en el culo al ser penetrado por Sergo y, al mismo tiempo, oler el sudor y el semen fresco todavía del conde y de Falé.
Tres machos para hacer que la vida de un joven adicto a ser follado por el culo y la boca fuese perfecta y creyese estar en el paraíso.
Cómo iba a resistir sin una verga potente que le rompiese el culo y lo alimentase de leche cada día!
Y Guzmán seguía su labor de asear el ano de Falé y lo hacía con un mimo que ni las manos de una dulce doncella lo hubiesen hecho mejor.

Y se escuchó al conde decir con voz imperativa: “Iñigo! cada vez que te llenen de semen la tripa deja que salga por tu ano que la va a lamer mi nueva perra. No se debe desperdiciar nada estando en el desierto y me parece que esta loba siempre está hambrienta y necesita mucho alimento para que esté fuerte y su pelaje luzca lustroso.

Y yendo junto a Yuba, que continuaba a cuatro patas en el suelo, le alborotó el cabello con los dedos y le dijo: “Tranquilo, que más tarde te meto más leche por el culo. Voy a enseñarte a ser una perra fantástica!”.

Y se fue al lado de Guzmán para ver de cerca el lavado anal que le estaba aplicando al otro esclavo.

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