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Autor: Maestro Andreas

viernes, 26 de octubre de 2012

Capítulo VI


Una hermosa mañana invitaba a salir de la torre y andar por el bosque tan sólo por llenar los pulmones de aire y colmar los sentidos de olores y sensaciones que únicamente la naturaleza puede brindar. El mancebo bajó con Sergo a las caballerizas y eligió para ese mozo un caballo que no fuese brioso en demasía, ya que no sabía lo experto que era como jinete. Por el momento no lo había visto montar nada, ni siquiera a él, e ignoraba si en su vida de furtivo cabalgaba sobre potros medio salvajes como hacía él entonces. Pero el otro chaval se fijó en Siroco y se acercó al caballo para acariciarle la testuz y el cuello.
El animal no se asustó al tocarlo el mozo y bajó la cabeza como saludándolo, igual que hacía al acercarse el mancebo.
Y Guzmán comprendió al instante que ese chaval se daba la misma maña con su caballo que con él.

Sergo tenía buena mano para seducir a otras criaturas y él y Siroco estaban en el mismo caso y ya los había prendado aquel muchacho.
Y el mancebo pensó rápidamente que tenía que decirle al amo que le regalase un buen pura sangre al nuevo esclavo.
Sergo tampoco quiso ensillar al corcel que le mostró el mancebo y salieron por el puente levadizo como saetas disparadas por un potente arco bien tensado.
Su nuevo amigo estaba contento y se le veía feliz cabalgando a su lado y eso para Guzmán era el mejor regalo que ese chico podría hacerle.
Iban ligeros de ropa y sus pechos, casi al aire, se agitaban con la emoción de la rápida cabalgada y el desenfrenado júbilo que les invadía el espíritu.
Acaso podía ser más maravillosa la vida para esos dos muchachos?
Al ser dichosos, lo poseían todo y no necesitaban nada para alegrarles más la existencia, porque a pesar de saber que no eran más que esclavos de un poderoso señor feudal, ellos se consideraban libres como cualquier otro animal del bosque negro.
Al fin y al cabo, toda criatura que habitase en esos parajes era propiedad del conde feroz.


No pararon hasta llegar al río y saltaron sobre la hierba como dos corzos para desnudarse a la carrera y tirarse al agua sin temer su frialdad ni preocuparse de otra cosa que no fuese gozar juntos de un baño vivificador para sus músculos.
Con el chapuzón, levantaron las aguas, convertidas en miles de gotas, y múltiples chispas de sol los rodearon compitiendo con el brillo de su piel mojada.
Hay pocas estampas tan hermosas como ver a dos criaturas, jóvenes y satisfechas, remojándose juguetonas en las cristalinas aguas de un remanso nutrido por el agitado arrollo que va con prisa para terminar su largo viaje hacia el mar.
Y esa mañana sólo disfrutaban de ese espectáculo los pájaros que revoloteaban a las orillas del río y algún que otro pequeño animal agazapado entre las matas.
Se cansaron de chapotear y darse aguadillas y al salir del agua gatearon por la hierba como cachorros que eran y seguían empujándose y agarrándose de los pies o saltando uno sobre el otro intentando trabarse las piernas y sujetar los brazos para retener al contrario en el suelo y a su merced.
Y eso tan sólo para besarse en los labios o lamerse el cuello o frotar el hocico como perrillos.
La alegría estaba en sus ojos y cualquier gesto reflejaba el entendimiento que se había ido generando entre ellos.
Cuando pararon de retozar, Sergo estaba sobre Guzmán y se miraron con la mayor intensidad que es capaz de mostrar un ser tan puro que nada tiene que ocultar.
Y al mancebo se le humedecieron los ojos y Sergo sorbió sus lágrimas a besos. Y le dijo a su bella presa: “Si fueses un venado te comería aquí mismo sin molestarme en quitarte la piel. Porque es tan bonita y suave que hasta eso aprovecharía para alimentarme. Hazme otra vez lo que tanto te gusta. Pero no te muevas, porque yo mismo me clavaré en tu verga”.


Y el mozo se sentó sobre la polla del mancebo y se la metió toda por el culo.
Desde que lo desvirgara, el mancebo se follaba a Sergo cada vez que se enredaban en esa madeja de instintos, mezclada con deseos y ansiedades, y ambos se devoraban en un afán incontrolado de darse placer mutuamente.
Y Guzmán le hubiese dado su culo al otro si no fuese de su amo.
Y Sergo lo comprendía y no forzaba la situación por conseguir esa deliciosa fruta que sólo había comido el hombre al que el otro llamaba amo.
Si algún día la alcanzaba, su dicha sería inmensa.
Pero si no podía tenerla, ya no le importaba porque casi habría logrado el amor del bello muchacho.
Y eso era su mayor premio y el máximo deleite que conocía el mozo.
Aunque a veces su frente se arrugaba al recordar que tendría que llegar el día en que volviese el conde.
Y su vuelta podría terminar con los momentos de felicidad que compartían los dos muchachos, puesto que reclamaría lo que nunca dejó de ser suyo, y además lo que ya le pertenecía por entrar en su propiedad y Sergo convertirse en su esclavo por ello.
Los dos estarían a disposición del señor y éste los usaría a su antojo sin tener en cuenta los sentimientos ni deseos de ninguno de los dos.

Pero esa mañana nada estaba más lejos de la mente de Sergo que el regreso del conde.
Por eso se quedó de una pieza al ver la agitación que reinaba en la torre al volver del río.
Todos andaban de un lado a otro, llevando y trayendo cosas, y salió corriendo al patio de armas un muchacho más rubio que él, que se lanzó al cuello de Guzmán besándolo hasta en los oídos.
El mancebo reía y demostraba un contento enorme al ver a ese otro chaval, que también era muy guapo y atractivo, y Sergo se quedó algo relegado como creyendo que ya sobraba en la vida de su amado joven de ojos negros.
Y Guzmán lo cogió de la mano y lo atrajo hacia ellos diciéndole a Iñigo: “Este es nuestro nuevo compañero. Se llama Sergo y como ves es muy guapo y tiene un cuerpo estupendo. Por no hablar de la polla o el culo, que son de lujo... Sergo, como ya supondrás, éste es Iñigo de quien tanto te hablé estos días. Ya ves que no exageraba al alabar su cara ni sus prendas. Creo que es uno de los muchachos más hermosos que he visto en mi vida. Y más cariñosos también.  Nos queremos a morir y casi parecemos uno en muchas ocasiones. Pero ahora también estás tú y él te va a querer tanto como yo... Daros el primer beso y verás como os envicia el sabor de vuestros labios... Iñigo, no lo huelas demasiado por el cuello porque te empalmas. Ese aroma que desprende es un vicio. Ya lo verás cuando estemos desnudos los tres”.


Y a su espalda se oyó la voz del conde que los llamaba.
Y al acercarse les dijo: “Vaya!. Habéis vuelto... Dónde fuisteis los dos solos?”
“Al bosque y al río, amo”, respondió el mancebo.
“Y tu amo esperando a que te dignes volver y el colmo es que no estés aquí para recibirme... Me parece que voy a tener que arreglarte las cuentas antes de nada... Entra conmigo, Guzmán... Y vosotros dos id con Bernardo que os va a enseñar la torre en toda su extensión y aspectos... No sé si tendré que usar más a menudo los calabozos... Seguro que las mazmorras están polvorientas por falta de reos que deban ser sometidos a castigos apropiados a graves faltas cometidas contra su señor. Es mejor cortar de raíz toda desconsideración y desobediencia, a tener luego que cortar cabezas. Ve delante mía, Guzmán, que tenemos que hablar largo y tendido los dos”.

Sergo quedó perplejo al ver entrar al mancebo seguido del amo y Bernardo les indicó a los dos chavales que le acompañasen para mostrarles cuanto había en la torre.
Al iniciar el recorrido por los patios y establos, Iñigo agarró de la mano a Sergo y con mucha dulzura le dijo: “No tengas miedo. Ni a él ni a nosotros nos pasará nada malo estando con el amo. Quizás le de una zurra, pero creo que lo que desea el amo es estar solo con Guzmán. Y cuando es así, es mejor que nadie los moleste. Veo que mi compañero te aprecia mucho. Y eso quiere decir que si él te quiere, tanto el amo como yo te querremos también. Nunca te han dicho que eres muy fuerte y muy guapo? Además tienes una pinta de macho que debe hacer temblar a quien ose enfrentarse a ti. Y pareces uno de eso guerreros del norte de los que me habló mi padre y que asolan las costas del noroeste”.
El mozo sintió curiosidad por saber lo que le contaran a Iñigo sobre los diablos rojos y le preguntó quienes eran esos feroces y sanguinarios hombres del norte.
E Iñigo le contó lo que él sabía: “Mi padre dice que son buenos marinos, pero muy fieros luchando contra quien pretendan impedir que cojan lo que ellos quieran llevarse de donde arriban con sus barcos. Primero violan a las mujeres jóvenes y secuestran a los niños para esclavizarlos. Y antes de hacerse a la mar de nuevo, arrasan los poblados y las cosechas y queman y matan todo lo que no les interesa. Las gentes del litoral les tienen un pánico tremendo y hasta han fortificado un río para impedir que lleguen a la ciudad del sepulcro donde vive el gran arzobispo de Santiago. En zonas costeras, hay conventos en la ribera del mar con torres y murallas y los aldeanos se refugian allí al ver las grandes velas de sus naves. Dicen que son como barcas largas y estrechas, con escudos pintados con signos de sus dioses a lo largo del casco, y los mismos guerreros manejan los remos para ayudar al viento a mover el barco, que sólo lleva una gran vela y la proa tiene forma de cabeza de dragón”.
Sergo casi con vergüenza le dijo: “Donde nací y viví siendo más pequeño, me decían que era hijo de un diablo rojo y también tenía cuernos en la cabeza como ellos. Y por eso me tuve que ir de allí”.
Iñigo lo miró y añadió: “No son diablos ni tampoco de color rojo y los cuernos los llevan en el casco. Les llaman vikingos y en la tierra de donde proceden hay nieblas y luce poco el sol. Debe hacer frío por esas latitudes y las tierras no deben ser fértiles. Y por eso van a otros lugares para obtener lo que necesitan. Pero tú sólo te pareces en el físico y no eres tan cruel como esos hombres”.
Bernardo, que los escuchaba en silencio, se dirigía con ellos a las mazmorras de la fortaleza.

1 comentario:

  1. ¡¡Oh,que emocionante,justo la parte que estaba esperando!!,¡Me vibra el corazón de los puros nervios que tengo por leer la continuación de la historia!!...¿Que ocurrira con la llegada del conde??...se pondrá celoso Nuño al ver que Guzman ama también a Sergo??,como actuara ahora Sergo al ver la relación del conde y el joven hechicero??...¡¡HUUYY QUE ELECTRIZANTE SITUACIÓN,...¡¡GRACIAS QUERIDO STEPHAN POR PUBLICAR ESTOS CAPITULOS TAN ENTRETENIDOS,UN BESO PARA TÍ Y MAESTRO ANDREAS,MIS RESPETOS Y MI ADMIRACIÓN,ESPERO CON ANSIAS LOS PROXIMOS CAPITULOS QUE SON CADA VEZ MEJORES!!...LES SALUDAN DESDE UN LEJANO RINCONCITO DEL MUNDO

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